摘要:Los vasallos de la monarquía hispano-indiana no se encontraban desamparados frente a las actuaciones de sus gobernantes, ni menos entregados al arbitrio de sus agentes. En materia política, los vasallos podían exigir un buen gobierno, como deber que era del monarca, a los titulares de oficios reales de gobernación e incluso podían deponer al tirano, que precisamente era el mal gobernante, lo que hicieron en más de una oportunidad, como cuando al grito de: Viva el Rey, muera el mal gobiermo, el Cabildo cle Concepción depuso en 1655 al gobernador Antonio de Acuña y Cabrera.