摘要:Tres son los modos que toma la sucesión temporal a la que estamos sometidos: sucesión de deseos, de identidades y de instantes. Pero la felicidad es un estado permanente, luego, ella no es un estado que corresponda al hombre. Proponemos que la sucesión es el horizonte desde el cual Rousseau piensa la posibilidad de una felicidad que, siendo discontinua y breve, pueda alcanzar una permanencia que resulta de otra experiencia del tiempo que nombraremos duración. Nuestra tesis es: primero, dicha posibilidad está abierta gracias a la memoria librada al ejercicio del ensueño; segundo, esa memoria es una memoria enamorada porque el amor, como la felicidad, aspira eternidad. Examinamos el rasgo principal de la duración, este es: el pasado se conserva en el presente sin confundirse con él tal como sucede cada una de las notas de una melodía. El tiempo pasado nunca es un tiempo perdido. Nos detenemos en dos descubrimientos de Rousseau, el de una memoria sensitiva y una imaginación memoriosa para mostrar la articulación entre memoria e identidad personal. Finalmente, arriesgamos la comparación con la duración según Bergson a través de metáfora de la sinfonía y confrontamos esta memoria enamorada con la memoria del dolor que inaugura Nietzsche en la Genealogía de la moral.