摘要:Es curioso que una misma época de lugar a planteamientos y a ideas diferentes, e incluso a veces contradictorias, aún a sabiendas de que son hijas de un mismo tiempo. Comte, hijo de un funcionario, intendente del departamento de l′Herault, y de una fervorosa católica, hija de un peque.o comerciante, no escapa de este enfrentamiento con algunos de sus contemporáneos, con quienes compartía no sólo un mismo tiempo, el post-revolucionario, sino también un mismo espacio, la Francia del XIX. Bien es cierto, se puede alegar, que las diferentes vivencias de una persona la convierten en lo que es, pero no es menos cierto que todos estamos condicionados por nuestra época, un todo envolvente, que consta de una memoria, en lo concerniente a su pasado, de una acción continua, con su presente, y de una proyección, con su futuro. La época que le tocó vivir a Comte fue la heredera de un tiempo de resaca, producto de la revolución francesa (1789), y el preludio de una esperanza de lo que tendría que llegar: el levantamiento de 1848, a.o de la revolución de los intelectuales o revolución de la fraternidad, denominada así porque ésta cerraba el círculo iniciado en 1789, a.o de la revolución de la libertad, y continuado en 1830, con la revolución de la igualdad. .La verdad, todo el mundo esperaba algo sin saber qué. 1 . Pasado el tiempo de la espera, concluidas tal vez las esperanzas de algunos pensadores y literatos en la pura razón, una razón sin guía a merced del hombre, en 1852 publica nuestro filósofo el Catecismo positivista o Exposición sumaria de la religión universal, entre 1851 y 1854 aparecen los cuatro tomos del Sistema de política positiva, y en 1858, ya fallecido en el a.o anterior, aparece la Síntesis subjetiva o Sistema universal de las concepciones propias del estado normal de la Humanidad, en los que da una mayor importancia al sentimiento: .On ne peut pas toujours penser, mais on peut toujours aimer. 2 . Qué es lo que produjo ese cambio, si es que lo hubo, ha sido el origen de múltiples interpretaciones y discusiones entre los estudiosos de Comte, así como el leitmotive de las páginas que el lector tiene entre las manos. En todo caso caeríamos en la presunción si nuestra intención fuera despejar toda duda sobre el papel original que Auguste Comte quiso dar a la religión: no podemos saber si lo que tenía en la cabeza era la lógica consecuencia (para él) de a.os de reflexión