La religión no desapareció con la modernización; se sigue creyendo, pero ese creer es hoy objeto de una elección individual más que de la pertenencia a una cultura determinada. Se trata de un fenómeno de «deslocalización» de la religión que desafía la pesada y eurocéntrica estructura de la Iglesia católica. ¿Cómo liberar al espíritu evangélico de la armadura teológico-romana? ¿Cómo recuperarla conexión con el Evangelio, frente al desafío de otras religiones como las pentecostales? Ahí aparece el rol del papa «que vino del fin del mundo»y se propone varias reformas en la forma romana de la Iglesia.