El «fin de la Historia» planteado por Francis Fukuyama tras el final de la Guerra Fría se convirtió en el siglo XXI en una suerte de «fin de la imaginación» de las fuerzas políticas hegemónicas. La democracia representativa se enfrenta a una severa crisis y las izquierdas solo parecen reaccionar rememorando paraísos perdidos. Entre tanto, un «momento populista» ha instalado nuevas divisiones en el campo político. La crisis económica global y la desafección ciudadana que la acompaña han generado movimientos políticos que impugnan la democracia representativa, cuestionan el modelo de partidos y trazan una línea entre la «elite» y el «pueblo».