El objetivo de este artículo es analizar las contribuciones recíprocas que el pentecostalismo chileno hizo a los migrantes rurales y urbanos y que estos hicieron a la cultura pentecostal. Nuestra aproximación teórica nos llevó a relevar el discurso agronáutico del pentecostalismo, entendido como un conjunto de códigos lingüísticos rurales y marítimos para interpretar y ofrecer una solución simbólica a las crisis de la sociedad tradicional. De este modo la cultura pentecostal asentó el peregrinaje como principio de vida y los conversos migrantes rurales-urbanos colmaron el peregrinaje con sentimientos dramáticos, trágicos y pesimistas, concibiendo la vida como precaria, arbitraria y hostil. Esto permitió a los conversos resistir y resignificar las discriminaciones. Postulamos que, de este modo, el pentecostalismo se erigió en Chile como la religión de los migrantes y los despreciados.