摘要:Es necesario recordar que hace ya más de una década, en el año 2006, se sancionaba la Ley 26.150 que imponía la implementación del Programa Nacional de Educación Sexual Integral. De esa fecha a esta parte, el programa ha atravesado numerosas facetas y ha tenido muy diversa suerte en distintas jurisdicciones de nuestro país. Así, en un primer momento fue preciso elaborar líneas curriculares que permitieran implementar la ESI en los diferentes niveles educativos con poblaciones ostensiblemente disímiles. Asimismo, también fue –y aún lo es– imprescindible (con)mover las bases del sentido común dominante sobre qué implica la noción de educación sexual y, fundamentalmente, qué supone esa “integralidad” que reza el título de la ley. Esta conmoción, además, sigue resultando necesaria para discutir y convencer acerca de la importancia de contar con espacios de formación desde, sobre, en torno a y con una educación sexual integral.