摘要:Evocar hoy la memoria de Arturo Ardao no es para nosotros ocasión de tristeza sino actividad grata, cordial. A la vez, encierra una lección importante. Porque su figura, podemos decir, no deja de tener valor ejemplar, acaso más acentuado en nuestro día y hora. Agradezco a mis colegas del Departamento de Filosofía que me hayan encomendado rendir homenaje al ilustre amigo fallecido hace un par de meses en Montevideo, a la edad de noventa años. Asumo con gusto esta tarea; para cumplirla, intentaré proponer algunas breves reflexiones sobre el significado de su trayectoria, ahora completa, en la cual se han unido de alguna manera el norte y el sur del Continente.