摘要:A lo largo de la Edad Moderna los Estados Pontificios mantuvieron una naturaleza compleja, caracterizada por fuertes tradiciones municipales, amplios poderes feudales y la herencia de los ducados que habían pertenecido a dinastías extintas, como el caso de Ferrara y Urbino. Todo ello condicionó el gobierno romano en los distintos lugares. También fue necesario adaptar las diversas clases de justicia —laica, eclesiástica, distributiva y conmutativa— a las circunstancias locales, sin comprometer la autoridad del Papa o de sus representantes. En este proyecto político de dominación del territorio, Roma y su sistema de justicia se propusieron como modelo para el conjunto de los Estados Pontificios. El control del orden y de la administración de justicia, sinónimos de buen gobierno y factores determinantes para mantener el consenso hacia el poder papal, se manifestaron en la adaptación de la norma y de la práctica a la realidad local, como prueba la correspondencia de las congregaciones romanas —la Sacra Consulta, el Buon Governo, la Inquisición— con los funcionarios judiciales periféricos.