Cuando el pasado mes de febrero el presidente de Francia, Jacques Chirac, recorrió una serie de países del África francófona, habló mucho de agricultura. Se detuvo en Dakar, Senegal, y habló en un seminario donde otros seis jefes de estado de la región y cientos de representantes de agricultores lo escucharon atentamente. En esa oportunidad exhortó a reorientar el desarrollo agrícola en el sentido de la soberanía alimentaria. Para él eso implica que la agricultura debería recibir un tratamiento especial en el debate sobre la globalización, que es necesario respetar las tradiciones locales y que habría que tener en cuenta el grado de desarrollo de cada país. Sin embargo, en el mismo seminario argumentó fervorosamente que las políticas agrícolas actuales de la Unión Europea -muy criticadas por hacer dumping de exportaciones, fijar impuestos a las importaciones y socavar la agricultura de los pequeños agricultores de la Unión Europea y de todos lados- no deberían ser consideradas enemigas de los países y agricultores pobres. ¿Pedir soberanía alimentaria, pero dejar el sistema alimentario mundial intocado?