Una buena investigación solo es posible si se basa en un buen acopio documental. La bibliografía, una de sus herramientas fundamentales, tuvo en tiempos su propio espacio en la formación de los filólogos, pero fue desplazada en aras de una pretendida especialización Ahora que se tienen que diseñar nuevos planes de estudio, quizá no resulte esfuerzo baldío recordar las utilidades de esa disciplina, aunque no sea más que por la autonomía que proporciona en la famosa “formación continua”, tan voceada por autoridades y gurús sociales, o por su ineludible papel de piedra angular en cualquier investigación que pretenda llamarse de calidad.