Nuestra sociedad le hace culto al cuerpo joven, lo asimila al cuerpo delgado, esbelto, sano, apetecible y le sigue haciendo culto con la moda, la fotografía, el espectáculo, el vestuario, la publicidad, y hasta con la actividad física.
Toda esta reproducción y venta de imágenes lleva a concebir al cuerpo joven como inmortal. Esta glorificación de los valores juveniles deja comprender la negación rotunda del fin del cuerpo y el enmascaramiento del mismo mediante las imágenes, por la inevitable sensación que causa dicho fin.