En este ensayo se argumenta la tesis de que el cuerpo humano ha constituido un lugar de intervención de diferentes saberes. Una mirada específicamente a la medicina, a la dietética y al ejercicio permite inferir que, con el aval de la ciencia, la promesa de la salud y la ilusión eternizante de lo vivo, estas disciplinas establecen interdictos sobre los usos del cuerpo en relación con la estructura de la sociedad. Se apuesta aquí a una resignificación de la relación cuerpo-salud-ciencia que trascienda al objeto.