El autor propicia el entrelazamiento de una fenomenología del cuerpo ligado a la obra de Merleau-Ponty y, desde allí, divide el texto en dos partes. En la primera, aborda la mirada fenomenológica sobre el cuerpo desde la noción de sujeto encarnado. En la segunda parte, Xavier Escribano pone de cara el cuerpo, que es eminentemente expresivo, al lado de la palabra y la obra de arte.