摘要:En la quinta de sus Cartas provinciales (1657), Pascal alude a la misión que se pone la Compa.ía de Jesús de regir todas las conciencias sin excepción, lo que tiene como consecuencia la necesidad de adaptar las máximas evangélicas a todos los tipos de conciencia, de las más estrictas a las más relajadas - estas últimas componen, como sabemos, la mayoría. “Por esta razón, habiendo de tratar como tratan con personas de todo género de estados y de naciones tan diferentes, es necesario que tengan casuistas apropiados para tanta diversidad”: unos pocos severos, para contentar a la minoría selecta de observantes estrictos de la Ley, y una mayoría de casuistas relajados, encargados de adaptar dicha Ley a las necesidades de cada tipo de persona1. Así, si un político se ve necesitado de mentir o disimular en su práctica diaria, ahí estará su consejero de conciencia jesuita encargado de buscar en los textos sagrados precedentes que justifiquen un determinado uso de la mentira o la simulación. Existían, de hecho, varias doctrinas casuísticas, como son la de la equivocación o de la reserva mental, que tenían como objeto determinar las circunstancias que justifican la mentira, convirtiéndola en disimulación2.