El incremento de la producción internacional ha sido asociado por algunos autores como Cantwell (1989) con el crecimiento de la competencia tecnológica. La internacionalización de la competencia ha conducido a muchas empresas a extender sus estructuras productivas y racionalizar su división internacional del trabajo como una condición necesaria para ser competitivos. Esto ha sido posible gracias a la reducción en los costes de producción y de comunicación y a las mejoras en la organización dentro de la empresa, que han permitido la coordinación y descentralización de las actividades de I+D. Las EMNs desearán establecer producción en aquellos países donde el desarrollo tecnológico y la capacidad innovadora sean un nivel alto, para con ello ganar acceso a desarrollos tecnológicos, y de ese modo, mejorar su propia capacidad tecnológica. En un entorno de competencia tecnológica, cada sucursal se hace especialista de una parte de la producción y consiguientemente, establecerá su producción de acuerdo con las ventajas de especialización tecnológica de cada localización