Los cambios en los mercados de trabajo en los 90 han influido principalmente sobre la oferta de trabajo mediante un crecimiento del empleo femenino y un proceso de envejecimiento que reduce de forma paulatina el crecimiento de las tasas de actividad, pero que no garantiza de forma automática la caida de los niveles de desempleo en el horizonte de los próximos años en Europa. Las reformas flexibilizadoras de los 80 y 90 han generado un mercado de trabajo segmentado en el que la temporalidad y la economía "informal" se han instalado de forma no coyuntural sino permanente.
Estas circunstancias resaltan el carácter estructural del desempleo que requiere políticas activas encuadradas en el nuevo marco de la moneda única, que superen las timoratas actuaciones actuales desarrolladas por el Fondo Social Europeo y asignen un mayor papel al presupuesto comunitario con un carácter selectivo o discriminador en favor de la creación de empleo.