摘要:Si la educación es un hecho político, una facultad de educación y humanidades lo es profundamente, obstinadamente. En el mejor sentido, un hecho político en medio de una serie de convicciones que sustentan nuestro quehacer cotidiano. Si la educación y nuestra facultad, como comunidad social, política y cultural, es un espacio de reivindicación histórica, social y cultural, crítico y reflexivo –metacrítico, diría- o si es sólo un espacio de gerenciamiento de actividades curriculares, es un debate político fundamental. Si el propósito y desafío es el gerenciamiento curricular, humano, material y simbólico o si es salvaguardar el patrimonio epistémico –nuestros saberes- y sus aplicaciones, es una discusión que descansa en convicciones muy profundas. Soy consciente, claro, de la polisemia de estos conceptos, pero permítanme reflexionar brevemente y detener su atención no en las particularidades de nuestras convicciones, sino en sus alcances