Carta a Miguel Otero Silva, en Caracas (1948) de Pablo Neruda Un viajero me trajo tu carta escrita con palabras invisibles, sobre su traje, en sus ojos. Qué alegre eres, Miguel, qué alegres somos! Ya no queda en un mundo de úlceras estucadas sino nosotros, indefinidamente alegres. Veo pasar al cuervo y no me puede hacer daño. Tú observas al escorpión y limpias tu guitarra. Vivimos entre las fieras, cantando, y cuando tocamos un hombre, la materia de alguien en quien creíamos, y éste se desmorona como un pastel podrido, tú en tu venezolano patrimonio recoges lo que puede salvarse, mientras que yo defiendo la brasa de la vida. Qué alegría, Miguel!