Gracias a los neoconservadores estadounidenses, un gobierno conservador puede apoyarse en algo más que el pragmatismo y una opinión pública favorable, a saber: en perspectivas teóricas. Ellos se han unido informalmente en grupos de intelectuales basados en un credo común. Desde mediados de la década de los sesenta, estos filósofos y científicos sociales se han visto confrontados con evoluciones económicas, políticas e intelectuales incompatibles con su visión, más bien afirmativa, de las sociedades industriales occidentales. En este sentido, el neoconservadurismo es el resultado de la asimilación de frustraciones.