Las recién pasadas elecciones presidenciales de Honduras, celebradas el 24 de noviembre de 1985, arrojaron un curioso resultado que muchos analistas califican de una "situación sin ganador", dado el balance de fuerzas derivado del evento y aludiendo a las expectativas frustradas de los principales contendientes que esperaban una mayoría aplastante a su favor. Contrariamente se produjeron precarias ventajas que obligan por primera vez en el país a un complicado sistema de alianzas en un régimen político hasta ahora simplemente bipartidista.