Para los países de América Latina, la revolución científico-tecnológicos ha significado una creciente marginalización en la economía mundial. Las ventajas comparativas de nuestros países tienden a desaparecer; los productos básicos reducen su importancia en las economías más avanzadas, la mano de obra barata deja de representar una ventaja fundamental. No sólo en la industria o en la informáticas estamos «quedando fuera»... sino también en la agricultura, donde la biotecnología multiplica las exportaciones de alimentos de los países ricos de manera excluyente. Para los trabajadores latinoamericanos, las novísimas tecnologías no sólo pueden significar cesantía, sino nuevas enfermedades profesionales; nueva organización de la producción, que elimina las grandes nóminas de personal y, de paso, a los sindicatos, convirtiendo a unos pocos obreros en superespecializados y a millones y millones en descalificados, lanzados al mercado informal.