El proyecto de «modernización» del actual gobierno mexicano impone nuevas reglas de juego para los distintos sectores. Este cambio no se traducirá en una democratización profunda del sindicalismo, sino que más bien, aprovechando las debilidades y fortalezas en su relación con el Estado, aquel continuará funcionando como mecanismo de control del proyecto económico. En este contexto, como ha comenzado a suceder, se ajustarán los excesos retóricos de otras épocas, pero nada indica que la democratización, como autonomía y representación obrera, transite por la CTM