A principios de mayo del corriente año, en medio de una sorpresiva conferencia de prensa, renunciaba a la presidencia del Partido Popular Democrático (PPD), Victoria Muñoz Mendoza, hija del patriarca fundador del partido y principal artífice del populismo en el país, Luis Muñoz Marín. La derrota electoral sufrida en las elecciones de noviembre de 1992 había dejado a ese partido (gobernante entre 1940-68, 1972-76 y 1984-92) en una profunda crisis política, tanto a nivel organizativo como ideológico. Victoria Muñoz había asumido la presidencia cerca de un año antes de las elecciones con la meta de «sanear», el partido de sus elementos corruptos, vigorizar su vetusta y pesada maquinaria por vías de la modernización, instaurar un nuevo estilo político y ganar las elecciones, ya que se consideraba que el incumbente en la gobernación, Rafael Hernández Colón, no podía asegurar el triunfo. A unos seis meses de la derrota electoral, en pleno proceso de reorganización partidaria y en un contexto de polémicas y fricciones internas, al renunciar Muñoz acusaba a los dirigentes del partido de obstaculizar y sabotear su trabajo. Se declaraba, por esta razón, «ineficaz» al no poder controlar una maquinaria partidaria que acusaba de oligárquica y de haberle dado la espalda al pueblo.