Inscritas en la larga serie de esas 11 elecciones que, de manera regular e ininterrumpida, han tenido lugar en Costa Rica, las celebradas el 6 de febrero de 1994, bien pueden ser consideradas, a la luz de la útil y ya clásica conceptualización desarrollada por la Escuela de Michigan, como un claro ejemplo de lo que Campbell y sus colegas denominaban maintaining elections, elecciones normales o de continuidad. A diferencia de las deviating elections, que expresarían en sus resultados el peso decisivo pero efímero de factores de orden coyuntural, o de las realigning elections que sentarían las bases durables de una nueva configuración de las lealtades partidarias en el campo electoral, las elecciones normales, o de continuidad, se sustentarían en la existencia y expresión de lealtades partidarias visiblemente consolidadas que, como fuerzas de largo plazo, se impondrían a los factores circunstanciales o de atracción que estarían pesando sobre los votantes en una determinada contienda electoral.