Los debates sobre la posmodernidad todavía poseen una fuerte orientación occidental. Problemas, actores y experiencias se ciñen a los núcleos de los países centrales y se revisten implícitamente de una lógica auto-inclusiva. Esto convive con una escasa conciencia de las particularidades propias de Occidente, proyectando una matriz autónoma, para que otros mundos la consuman. Sin embargo, en gran parte debido al impacto de los textos poscoloniales, se produce una desestabilización de los modos de pensar euro-americanistas, de una manera hasta ahora ausente en los temarios críticos. En este contexto, es importante precisar la relevancia de la geopolítica del poder y el conocimiento, y preguntarse hasta qué punto el giro posmoderno ha implicado una ruptura con cursos de interpretación antiguos y excluyentes.