El fenómeno de la corrupción en el Brasil está indisolublemente unido a la conformación del Estado, y al perfil de las elites como reproductoras, en su desempeño e interacción, de un modelo social y cultural perverso que ha mantenido su vigencia tanto en periodos autoritarios como democráticos. Los casos de la destitución del ex-presidente Collor y las recientes crisis bancarias, son claros ejemplos de un proceso de corrupciones múltiples que se retroalimenta inexorablemente.