Recientemente, diversos países han experimentado nuevas formas de gestión pública, fórmulas alternativas al modelo tradicional de representación política, que se constituyen en importantes instrumentos de legitimación política y reorientación de las políticas de gestión del territorio. En efecto, se abandonan los discursos «voluntaristas» y la pretensión de control racional de los procesos históricos. Nuevos actores sociales entran en la escena de los procesos de decisión.
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