Fue significativo en el béisbol cubano de los años 30 y 40 el surgimiento de jugadores, la mayoría pítchers oriundos del interior, que encarnaban un tipo ideal de la República. Eran originarios de una región mágica de la mitología nacional, un ambiente pastoril donde se iniciaron las guerras de independencia contra España. Constituían como una suerte de aristocracia amateur, relacionada con el nacionalismo prevaleciente en el periodo. A través de los testimonios de tres destacados peloteros de la época quizá pueda entreverse este proceso donde cultura, nacionalismo, deporte y política conformaron una perdurable alianza.