La actual crisis de los «Estados desarrollistas» de Asia oriental revela las dificultades que implica mantener el tipo de relaciones Estado-sociedad que los tigres asiáticos tuvieron con tanto éxito durante una generación, para producir, no simplemente crecimiento económico, sino aumentos sin precedentes en el nivel de vida de sus ciudadanos. Los Estados desarrollistas de Asia oriental se caracterizaban por tener burocracias coherentes, competentes y prestigiosas, que propiciaron vínculos muy estrechos con las elites industriales; debido en parte a la debilidad del capital privado en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, el Estado logró mantener su autonomía frente a tales grupos pese a sus cercanas conexiones. A esta combinación única de autonomía y asociación la denomino «autonomía insertada».