Dos funciones esenciales de los programas de vacunación regionales aplicados en varios países simultáneamente consisten en controlar en todo un territorio, franqueando fronteras, las enfermedades que se pueden prevenir mediante la vacunación y en reducir las faltas de equidad en materia de salud. Los buenos resultados de los programas de vacunación regionales dependen del esfuerzo coordinado que hagan los países y sus socios por alcanzar una meta regional en común. Con el fin de explorar las lecciones derivadas de la experiencia, en este artículo se echa un vistazo al Programa Ampliado de Inmunización original de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), al Fondo Rotatorio de la OPS para la adquisición de vacunas y jeringas para los programas nacionales de vacunación, y a la erradicación de la poliomielitis del territorio americano. Se resaltan estas lecciones para ayudar a los formuladores de políticas en los niveles mundial, regional y subregional a coordinar eficazmente las intervenciones de salud realizadas por varios países en conjunto. Para ser provechosos, los programas de salud regionales tienen que verse respaldados por un genuino compromiso con la cooperación entre países como valor fundamental; la capacidad para averiguar qué problemas existen e idear buenas soluciones; la capacidad para llevar a cabo intervenciones de manera sustentable; el firme compromiso de los ministros de salud y otros jefes de gobierno; la gestión eficaz de los programas; los planes de salud nacionales; la buena supervisión técnica y la coordinación de alianzas; una cooperación técnica más intensa con los países más pobres, donde hay que redoblar los esfuerzos por conseguir más recursos y apoyo; la cooperación entre países; y la capacidad para responder a circunstancias insólitas.